Pero eso, la música, es casi lo de menos en una reunión que tiene como principal bandera la defensa de los océanos. En este apartado, Aguaviva 2007 ha reunido a decenas de activistas, científicos, medios de comunicación y protectores del medio ambiente. La estrella de la jornada ha sido, sin duda, Alexandra Cousteau. La nieta del mítico buceador francés causó una fuerte impresión, por lo que dijo y por cómo lo dijo.
En una de las zonas más visitadas de las islas Afortunadas, en el municipio de Arona, frente a la "turistificada" macroplaya de Los Cristianos (refugio favorito de guiris y punto señalado con banderitas en los mapas de todos los touroperadores británicos y centroeuropeos), hoy la atención estaba puesta en una mujer alta y elegante, exquisita y bellísima. No en vano, su padre era Philippe Cousteau, heredero del imperio de investigación oceanográfica hasta que un accidente de hidroavión truncó su vida y su destino frente a Lisboa; y su madre es la ex modelo estadounidense Jan Cousteau.
Frente a una sala de hotel abarrotada de periodistas de toda Europa (tan llena que, pese a la puerta y ventanales abiertos, el calor se hacía casi insoportable), Alexandra Cousteau esgrimía sus mejores armas: sencillez, amabilidad y un castellano casi impecable (estudió un año en Salamanca). Con tanta suavidad, su mensaje caló con fuerza en la concurrencia: "Sólo conocemos un 5% de los océanos, menos que lo que sabemos de la superficie de la Luna", "la industria de la protección medioambiental trabaja en la creación de conciencia, pero esto no se traduce en acciones", "la sobrepesca y la polución por materiales como los plásticos no sólo afecta a la vida animal, también nos viene devuelta luego a los seres humanos".
Y más cosas: que el plástico que producimos no desaparece nunca. Como mucho, se degrada en moléculas que siguen eternamente flotando en el agua y que atrae otras moléculas tóxicas (DDT, mercurio), creando partículas tóxicas que entran de nuevo en la cadena alimentaria y causan cánceres y otras enfermedades en peces y humanos. Y que la acuicultura, como la agricultura, puede ser una solución y también un problema: las gambas, por ejemplo, se recogen rascando el fondo del mar, lo que elimina entre 10 y 140 kilos de materia orgánica por cada kilo pescado. De ahí su grito: ¡No coman más gambas, por favor!
Y más aún: la poca responsabilidad de la industria pesquera española, obstáculo número uno para que la Unión Europea adopte legislaciones más rigurosas en asuntos como la pesca de tiburones (100 millones de capturas al año en todo el mundo) para quitarles las aletas. Tras hablar también de soluciones y de nuevas actitudes individuales y colectivas (webs para chefs y consumidores sobre cómo elegir especies de pesca sostenible, legislación más firme y vigilancia para hacerla cumplir), el Festival Aguaviva se desparrama por Arona y Los Cristianos, ya con Alexandra Cousteau integrada como una más en la tribu protectora de los océanos que han formado periodistas, organizadores y ponentes.
Una potente batucada (grupo de percusión brasileño) hace asomarse a los vecinos y turistas. Varias carpas en la plaza del Carmen muestran a visitantes y curiosos el trabajo que realizan las principales organizaciones defensoras de los mares. La exposición de fotografías del gran apasionado del mar, Sergio Hanquet, flanquean este espacio con imágenes de ballenas y otros cetáceos asiduos de las aguas canarias.
Una pantalla gigante frente al puerto de Los Cristianos proyecta imágenes de documentales acuáticos bajo la atenta mirada de los pobladores de yates, veleros y ferries. Finalmente, una gran escultura-habitación, creada con cuatro grandes vitrinas-peceras, muestra la basura recogida del lecho del océano las últimas semanas: restos de hornos, bañeras, radiadores de automóvil, somieres, neumáticos, decenas de latas y hasta una moto completa rescatada del fondo del mar. Una prueba muy visible (y muy palpable) de que el Festival Aguaviva, música y ecología, debe de ser necesario...
Fuente: El Mundo
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