Miles de personas ignoraron los váteres portátiles y orinaron sobre la arena.

Cualquier bañista que se hubiese asomado al paseo Marítim de Barcelona a las seis de la mañana de ayer habría huido despavorido y también habría desistido de ir a tomar el sol al menos en unos días.

El aspecto que presentaba el litoral a esa hora era lamentable: latas y colillas por doquier, papeleras llenas y un hedor a orines insoportable en la parte baja del paseo. Pero el milagro se obró de la mano de 175 operarios de limpieza, que borraron la huella del incivismo y permitieron el doble uso de las playas, el baño diurno tras la juerga nocturna.

Un examen más a fondo de la arena le quitaba la buena nota obtenida a primera vista. "Hay muchísimas colillas, queda basura y huele mal", señaló Marina, una bañista que no quiso renunciar a su dosis de bronceado pese al miedo al síndrome de la mañana siguiente. Una limpieza más a fondo era casi imposible sin doblar el dispositivo. Desde que la gente despejó la playa a las seis --invitados por agentes de la Guardia Urbana y los Mossos--, los trabajadores de limpieza, con 58 vehículos, no pararon hasta dejar el litoral presentable, con 30 toneladas menos de basura. Y no era tarea fácil, la sombra del incivismo dejó en segundo plano las 420 papeleras fijas y las 250 de cartón instaladas en la zona.

Todas las playas --en especial, la Barceloneta-- se llenaron de gente desde primera hora de la noche, aunque el ayuntamiento aseguró que hubo 10.000 personas menos que en el 2006. Pero los 100.000 presentes (barceloneses y muchos turistas) parecían más, acompañados de picnics,

LATEROS Y 'BOTELLÓN'
Ni la incautación de 37.078 latas (25.000 en almacenes cerca de la playa) durante la noche evitó la presencia masiva de lateros. Llevaban neveras con hielo y vendieron lo que quisieron y más, a euro y medio. Algunos chiringuitos ajustaron precios para combatir la competencia, pero lo tuvieron difícil. El botellón fue omnipresente y hubo barras improvisadas.

Con tanto consumo no resulta extraño que la práctica más incívica fuera orinar a descubierto. Colas ante los váteres a parte, muchos celebrantes pasaron de ir al wc pudiendo aliviarse en cualquier pared. Los porches del tramo inferior del paseo estaban empapados de pis y por los cuatro costados se veían braguetas bajadas. Nadie lo impedía. botellas, petardos y otros surtidos. La mayoría cumplió las reglas del juego y el mensaje que rezaba en los carteles en forma de cómic instando a usar las papeleras. Pero a las cuatro de la madrugada muchas estaban a rebosar y la basura se extendía por la arena. Ya no había motivación para ir a tirar la lata de cerveza, el elemento más visible.

Fuente: El Periódico
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