Los mensajes ecologistas tienden, tal vez por defecto de diseño, a resaltar los aspectos negativos, la precaución, el temor a las graves consecuencias de la marcha del planeta. De ahí que, en el clima burbujeante e instantáneo de nuestra cultura, la mirada del ecologismo, preocupada y dirigida al futuro, no se integra bien.
El miedo no tiene buen cartel; y los horizontes lejanos apenas se consideran objeto de acción política. Con estos mimbres se teje un cesto de rencor hacia el portador de malas noticias; y lo que hay de lúcido en los avisos sombríos del ecologismo es pasado por alto entre los fragores del presente.
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