Se tiende a remitir lo ambiental a una lejanía vaga, allí donde no hay densidad social. Pero que no se nos ocurra poner límites a los juegos de interés apremiantes: el chalé, la caza, el lucro agrícola, la carretera, el negociete.
Que alguien se atreva a truncar intenciones, aunque sólo sea de forma teórica: verá salir de su interlocutor el dóberman que todos llevamos dentro. Mientras tanto, más allá de exquisiteces intelectuales de urbanitas eco-indiferentes y de rudezas peseteras de amigos del lucro, el territorio acumula en su exilio las mil derrotas del olvido.
FIN
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