Lo que Lovelock y Rapley proponen es construir grandes tubos de unos diez metros de diámetro, y entre 100 y 200 de longitud, con una válvula de un sólo paso en la parte inferior. Su finalidad sería mezclar las aguas profundas, ricas en nutrientes, con las superficiales, relativamente más pobres. Esto fertilizaría las algas, con lo que florecerían. Esto tendría dos consecuencias. El dióxido de carbono absorbido por las algas caería al mar, y se generaría sulfuro de metilo, "el precursor de los núcleos que forman nubes que reflejan la luz solar", según la carta.
No obstante, Lovelock y Rapley advierten que esa solución puede fracasar por razones económicas o técnicas. Y que, además, deben tenerse en cuenta las consecuencias que tendría la acidificación del océano.
La propuesta de los autores encaja con la visión de la Tierra-Gaia propuesto por Lovelock: un organismo 'vivo' que se defiende de las infecciones de 'patógenos' como el ser humano. El cambio climático es la respuesta del sistema a la agresión. Lo que ahora proponen es ayudar a la Tierra a 'curarse' a sí misma. "Si no podemos 'curar el planeta' directamente, podemos ayudarle a que se cure sí mismo".
Fuente: ElMundo
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