Manuel Arbelo, autor de la investigación con la que se ha doctorado, pertenece al Instituto de Sanidad Animal de la Universidad de Las Palmas, que se ha convertido en un centro de referencia mundial en patologías y morbilidad de las ballenas. Su informe es el primero de estas características en Europa. De los 233 mamíferos marinos varados sólo pudieron ser sometidos a estudios patológicos 138 de 17 especies. Los demás ejemplares no pudieron ser estudiados por su elevada putrefacción o por estar en lugares inaccesibles.
El 33% de los cetáceos que murieron por causas antropogénicas fue en un 14% de los casos por interacciones con la pesca, un 9,4% asociado a maniobras militares, un 6% por colisiónpatologías consuntivas. El 62% restante murió por patologías naturales o no antropogénicas y un 4,3% se desconoce. con embarcaciones y un 4,5% por
Antonio Fernández, director del Instituto de Sanidad Animal y que ha dirigido la tesis, no descarta que casos no atribuidos a actividades humanas sean a causa de ellas: "Es difícil identificar una muerte que es por inmunodeficiencia por causas distintas de contaminación", señaló a EL MUNDO.
Antonio Fernández y su equipo obtuvieron reconocimiento internacional cuando publicaron en 'Nature' los efectos mortales que provoca en los zifios el uso del sonar en las maniobras militares. Desde entonces se ha prohibido su uso en 50 millas en torno a Canarias.
El trabajo de Manuel Arbelo será presentado por Fernández en la reunión anual de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), en la que preside una comisión científica. "Es una investigación pionera", declaró.
"Las muertes por interacción con la pesca, pese a ser importantes, son menos elevadas que en otros sitios como el mar del Norte y el Báltico", afirma Arbelo. Algo parecido pasa con las muertes por tráfico marítimo, aunque "hay que prestarle más atención, porque cada día hay más barcos y más rápidos". La muerte por sonar parece que ha remitido tras los repetitivos sucesos de años pasados. Pero los casos en los que el cetáceo presenta baja nutrición junto a enfermedades crónicas pueden ser la punta del iceberg de daños atribuibles a las modificaciones provocadas por el cambio climático.
Manuel Arbelo voló urgentemente a Fuerteventura para realizar una necropsia a un delfín. Su voluminoso equipaje de cuchillos, bisturíes, cizallas, martillo y cincel, formol y un buen lote de envases esterilizados le acompañaba una vez más. "En el caso de un animal pequeño como un delfín me puede llevar tres horas de trabajo, pero con un cachalote el asunto se prolonga mucho más. El olor es insoportable, pero lo peor es trabajar en un vertedero, rodeado de basuras y moscas".
Fuente: ElMundo
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